martes, 23 de marzo de 2010

Más de 30.000 razones para seguir luchando por la Revolución


        En estos días se habrán cumplido 34 años del inicio de la última dictadura militar. Nos pasamos pensando todos los hechos que ocurrieron durante el genocidio con su tenebroso legado y, a continuación, nos quedan abiertos muchos interrogantes y muchas cuestiones que están naturalizadas y que, por tanto, tenemos el trabajo de repensar, justamente porque dicho legado fue impuesto mediante el terror. El día del golpe, fue el día de la instauración de un fascismo más acentuado que perdura hasta estos días. El exterminio, la desaparición, fueron habilitados por ese fascismo, que como decía la proclama del golpe “…en esta nueva etapa hay un puesto para cada ciudadano…”; es un hecho, que a nadie le estaba permitido decir ni hacer nada de lo que no fuera del agrado del régimen militar. El fascismo -como lo expresó Roland Barthes en su Lección Inaugural- puede consistir entre tantas otras formas, fundamentalmente, en obligar a decir más que en prohibir decir. En la búsqueda de una comunión impuesta por el terror, en poner como enemigo a todo aquél que actúa, piensa y milita otras ideas que no sean las dominantes. Ese quiebre, esa ruptura progresiva es la que nos ha dejado la nefasta herencia, que representa un modo de vida de sometimiento, que va desde demonizar la reivindicación de los valores revolucionarios que a lo largo de cada generación luchadores populares han llevado con constancia y tenacidad hasta sus últimas consecuencias, hasta tener una tibia posición contra el encarcelamiento de chicos de 14 años. Quien los ha impuesto a esos valores es el mercado, en su salvajismo más duro en el que se ha podido desenvolver, son los valores de una clase dominante que se pregonan como “Dios, Patria y Hogar”, o yéndonos a términos más recientes expresados por la mesa de enlace sojera como “ejército, iglesia y campo”, valores como “libertad de prensa”, usados con una perversidad que asombra cuando las reglas de juego de esa supuesta libertad se impusieron mediante un genocidio.
         Todo lo que acabamos de decir tiene por supuesto una influencia enorme en el modo en que se vive una fecha como el 24 de marzo. La palabra “olvido”: no es casual que cada vez más se la intente mostrar como un paradigma a seguir (el que nos detengamos en esto que está en boca de todo el mundo en torno a esta fecha tendría que ser una de las cuestiones a repensar). Si tenemos olvido con respecto al pasado también lo tenemos con respecto a la herencia. Imposible no hacernos cargo de ella, queramos o no. Es ella la que nos marca día a día nuestro modo de vivir, la que no se puede calcular siquiera como un número más de los que se manejan en el mercado para saldar una deuda. No debemos permitir que nos salden las deudas con el pasado. Debemos tener en cuenta la falta de responsabilidad que eso significa ante tanta barbarie dominante que se arroga semejante pretensión. Si Mujica pretende dejar atrás el pasado y seguir “adelante”, y si los otros países hermanos también dejan que se archiven los crímenes de Lesa Humanidad cometidos durante dictaduras impuestas por el imperio, no pueden en lo más mínimo ser modelos a seguir sino modelos a combatir.
            Pero ahora, hagamos un detenimiento en esta marca de la forma de vivir que nos traza la herencia recibida. Detenimiento que nos va a tener que inducir a una apuesta concreta de cómo hacernos cargo, en el modo de trabajo que esta herencia nos demanda. Más que de trabajo de lucha. Tendríamos que ponernos a actuar en tanto y en cuanto no perdamos de vista al enemigo que está presente a diario. Éste se encuentra en los periódicos que leemos, en la legitimidad artificial de los discursos que nos invaden a través de los mass media, en la ilegitimidad virtual de determinadas acciones políticas de la protesta social.
            Todos los juicios que se reabrieron a los represores, archivados mediante las leyes de obediencia debida y punto final, y los indultos son en definitiva algo que tenemos la obligación de hacer continuar, pero no sin perder de vista que con el enjuiciamiento a los genocidas están presentes las reivindicaciones de nuestros 30000 desaparecidos, de los asesinados por el aparato represivo del Estado en democracia, y de los luchadores populares que siguen hoy día levantando esas banderas en todas las partes del mundo. Todas las organizaciones políticas que el genocidio, mediante la política del Terrorismo de Estado, disolvió tras el golpe hoy reclaman presente. Sean cuáles sean éstas (PRT-ERP, FAL, FAR, FAP, GOR, OCPO, MONTONEROS y los distintos comandos populares), todas tenían una legitimidad dentro de la sociedad, y cuesta al poder hegemónico reconocer hoy día cuáles eran sus identidades políticas. Esto es, qué proponían, qué métodos tenían para insertarse políticamente en la sociedad, los valores diversos que reivindicaban, aunque siempre bajo una consigna que era un común en el ideario setentista, la revolución para poder construir una Patria Socialista que abarque no sólo Argentina sino todo América Latina, siguiendo la idea del Che para que en el supuesto patio trasero del imperio yanqui surjan uno, dos o tres Vietnam.
            Pero hoy nos encontramos con un escenario en el que todas esas reivindicaciones están demonizadas, cuando no tapadas para restarle prestigio a una generación de militantes. Vemos simplificado el mensaje, de una manera tan perversa que un 24 de Marzo está más cerca de parecerse a un 10 de diciembre o, por decirlo de otra manera, que un día tan nefasto que ha dejado un legado de opresión, pobreza, miseria y todas las más profundas secuelas de un capitalismo de lo más salvaje, continuado y profundizado en democracia, sea únicamente para que nos conformemos con las migajas de ésta y que la sepamos defender como si fuera una democracia verdadera. Como si los valores por los que lucharon nuestros 30.000 desparecidos fueran las democracias de Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner. Esto es lo que debemos enfrentar; a los que nos dicen que no existe y tampoco existirá otro sistema que no sea el que tenga los parámetros de la democracia liberal, y por ende el de la explotación, el sometimiento, la entrega, el olvido, la ausencia de reivindicaciones de la clase trabajadora y todo ideal por la revolución. Estando tan cerca del bicentenario, no podemos hacer oídos sordos ante estas proclamas del Fin de la Historia, que se intentan adueñar de los revolucionarios de Mayo, y de los de las décadas pasadas, pretendiendo evitar así lo que surge de la organización y la lucha popular.
            Por eso decimos que hoy es un día de lucha, que no podemos tomarlo de otra manera, que mientras siga habiendo genocidas libres, encarcelamiento a luchadores populares, miseria, explotación, analfabetismo, y muchísimas injusticias más propias de este sistema que, digámoslo nuevamente dista de ser el modelo a seguir sino a combatir, habrá y seguirá habiendo organización popular, resistencia y proyectos políticos revolucionarios. De esta forma podremos decir
¡30.000 COMPAÑEROS DESAPARECIDOS PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE!